El SARS-CoV-2 se aprovecha de los azúcares de las células humanas para invadirlas

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Alberta, Canadá, 19 de noviembre de 2021 (Agencias).- Nuevamente, el azúcar es protagonista de una importante investigación relacionada con los efectos de la Covid-19 en el organismo. Esta vez, son investigadores de la Universidad de Alberta en Canadá quienes proponen –en un artículo publicado el pasado 9 de noviembre en la revista Nature– que el azúcar presente en todas las células de nuestro cuerpo tiene un papel preponderante en la infección por SARS-CoV-2.

Así, el coronavirus utiliza a los glicanos (los azúcares presentes en las células) para tener acceso a ellas y de esta manera propagarse. Pero lo interesante es que también el SARS-CoV-2 está recubierto por azúcar. De hecho, la concentración de glicanos en la espícula del coronavirus ronda el 70% y el recubrimiento no está presente de manera uniforme, sino que posee diferentes densidades en función de la zona de la espícula.

Hay que mencionar, además, que los glicanos están formados por moléculas muy grandes de polisacáridos. Estos polisacáridos, a su vez, están constituidos por otras moléculas llamadas monosacáridos (como la glucosa y la fructosa) que son el combustible de las células, es decir, les proporciona la energía necesaria para que puedan llevar a cabo todas sus funciones correctamente.

En otras palabras: los glicanos son azúcares que resultan esenciales en la formación de la estructura de las células y para el almacenamiento de energía.

Desde hace algunos años se sabe que más del cincuenta por ciento de los virus que infectan a nuestras células, como el virus de la Influenza, se unen a los azúcares de los receptores celulares para tener acceso a ellos y así infectarlas.

Y lo novedoso, en el caso de esta investigación canadiense, es que por primera vez los científicos desarrollaron herramientas analíticas para detectar glicanos a través de una técnica de espectrometría de masas, llamada también de captura y liberación, con la finalidad de estudiar qué azúcares interactúan con la proteína que se encuentra en la espícula del SARS-CoV-2.

Espícula y espinas son palabras que, gracias a la difusión mediática de la pandemia, lograron insertarse en el vocabulario colectivo porque justamente la espícula, una protuberancia que resalta sobre la superficie del SARS-CoV-2, suele unirse a los receptores ACE2 (los cuales se encuentran en nuestras células) con el fin de depositar su material genético, propagarse y finalmente destruirlas.

Los receptores ACE2 están formados por enzimas que se encargan de regular una proteína llamada angiotensina-2 la cual, si no funciona correctamente, produce un incremento en la tensión arterial y en la inflamación de órganos tales como los pulmones.

Ahora bien: ¿Qué alcance podrá tener a corto y mediano esta nueva investigación canadiense?

Al respecto, quienes llevaron a cabo el estudio, como el profesor Matthew Macauley de la Universidad de Alberta, señalan que por el momento no habrá una terapia exitosa.

Ello se debe a que los investigadores también descubrieron que la habilidad del SARS-CoV-2 para infectar una célula cae entre dos y diez veces cuando la producción de azúcares en los receptores de ésta se bloquea. Ello significa que impedir la producción de azúcar en los receptores de la célula, se traduce en una disminución de la capacidad del virus para hacer daño.

Pero lo que aún no saben bien a bien es cómo se produce este mecanismo de bloqueo y si la producción de azúcar por parte de las células se podría inhibir totalmente.

También están algo preocupados con respecto a cómo pueda evolucionar el SARS- CoV-2 ya que, por ejemplo, aún se desconoce si en un futuro cercano podría surgir alguna variante que evolucione con una dependencia mayor hacia el azúcar. Si esto fuese así, quizá esta hipotética nueva variante sería más resistente a los tratamientos actuales.

Respecto a los tratamientos que hoy existen para combatir la Covid-19, tanto la farmacéutica de origen alemán, Merck, como la estadounidense Pfizer, anunciaron recientemente y por separado un par de antivirales.

El de Merck, llamado Molnupiravir – y aprobado en Reino Unido el pasado cuatro de noviembre– introduce mutaciones dentro del genoma del SARS-CoV-2 cuando éste se está replicando dentro de las células. Dichas mutaciones producen que el virus comience a generar errores en su Ácido Ribonucleico (ARN). Y son tantos los errores que, por consiguiente, este ya no puede sobrevivir.

El antiviral debe administrarse al poco tiempo de comenzada la infección. Por lo que la farmacéutica asegura que reduce a la mitad el riesgo de hospitalización y muerte.

Pero lo que todavía se desconoce es si este tipo de antivirales afectan la transmisión del coronavirus o si previenen la enfermedad en aquellas personas que estuvieron expuestas a él.

Si se da el caso de que pueden reducir la transmisión, y además servir como un vehículo para prevenir la enfermedad, resultarán un parteaguas en el devenir de la pandemiaporque podrían utilizarse junto con las vacunas, las cuales han demostrado tener una gran efectividad, sobre todo en lo que respecta a la reducción en hospitalizaciones y muertes por Covid.

Además, al contrario de los tratamientos con anticuerpos monoclonales, los antivirales son relativamente más baratos y no requieren ser administrados por vía intravenosa como los primeros.

Imagen: Reuters

De hecho, tanto Pfizer como Merck aseguraron que sus píldoras costarán menos en aquellos países más pobres. El problema es que, al igual que sucede con las vacunas, quizá se produzca un acaparamiento por parte de los países desarrollados o más ricos, lo cual supondrá que aquellos países con menos recursos tengan acceso tardío a los prometedores antivirales.

Hasta el momento, la pandemia se ha cobrado la vida de más de cinco millones de personas en todo el mundo y no parece que, a corto y mediano plazo, vaya a haber una distribución equitativa de las vacunas.

Al respecto, un reciente estudio realizado por la alianza The People´s Vaccine, la cual incluye a organizaciones tan respetables como Oxfam, ActionAid y Amnistía Internacional, reportó que solamente el 14% de las inoculaciones contra la Covid-19 fueron entregadas a los países más pobres.

Estas fueron prometidas, paradójicamente, por los países más desarrollados como por ejemplo Canadá, cuyo gobierno se comprometió, según esta investigación, a entregar 40 millones de dosis, de las que solamente ha entregado 3,2 millones, es decir, únicamente el ocho por ciento de lo que originalmente se comprometió a donar.

Si actualmente, como es evidente, existe una distribución inequitativa de las vacunas, ¿lo mismo sucederá con los futuros tratamientos para la Covid? Todo apunta a que la pandemia no llegará a su fin hasta que no exista un verdadero compromiso de los países más ricos por ser más solidarios con los demás.

La luz al final del túnel está cerca, pero evidentemente no para todos ni en igualdad de condiciones.

El estudio de Nature sobre el vínculo del azúcar en las células humanas y el SAR-CoV-2 puede consultarse en el siguiente enlace: https://www.nature.com/articles/s41589-021-00924-1

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